LOS CUADROS DE OCTUBRE (2016)

Se me ocurren muchas razones por las que me encanta Marc Chagall; una de ellas es porque me parece el pintor que mejor refleja en sus cuadros el sentimiento amoroso. Libres, renovados y exultantes, los amantes de Chagall vuelan de la mano, planean sobre los tejados, surcan los cielos acompañados de criaturas mágicas, o, como en el caso de estos Amantes azules, son invadidos por una emoción que les desborda e inunda el lienzo entero transformada en color. Para mí no hay forma más ingenua y bella de plasmar el amor que estos dos personajes que se besan, uno con los ojos cerrados, el otro con la mirada clavada en los que nos inmiscuimos en la intimidad del momento. Hay algo candoroso y encantador en estas dos figuras ambiguas y asexuadas, en la corona de laurel, en el traje de cuadros, en la mano enguantada que sujeta el rostro de la persona amada con ternura y firmeza. Y qué decir del color. Chagall siempre me hace feliz con sus elecciones cromáticas, pero en este caso me llega al alma. Porque creo que ha quedado claro a estas alturas: para mí el amor es azul.


Durante meses y hasta finales del pasado agosto, la silueta torturada de este árbol ha presidido la cabecera del blog y ha sido su seña de identidad. Me gusta despedir de forma adecuada las imágenes que me acompañan durante un tiempo en este espacio y que llegan a constituir una parte importante de mi vida diaria, una especie de emblema del estado de mi pensamiento. En este caso he tardado en rendir ese pequeño homenaje porque dudaba acerca de la sección en la que debía hacerlo. No es de extrañar: el australiano Troy Ruffels, autor de esta Sinfonía 9, es un artista fronterizo de los que tanto proliferan en los últimos tiempos. En su obra se mezclan con tal agilidad la pintura, el diseño y la fotografía, que los resultados resultan difíciles de catalogar. He decidido finalmente incluirlo en la sección El cuadro de la semana, lo mismo que hice hará un par de años con otra creación suya igualmente inclasificable. Sinfonía 9 pertenece a una serie de obras que parten de los paisajes de las Highlands escocesas para crear un ámbito mágico, de extraordinarias sugerencias. Esta imagen de árboles secos que extienden sus ramas retorcidas hacia unas colinas que se adivinan en lontananza tiene más de paisaje metafísico que de plasmación de un mundo real. El colorido casi monocromo, que explora los matices del marrón y del gris, contribuye a crear una atmósfera pesada y sombría, de absoluta desolación. Como bien indica su título, no estamos hablando tanto de lo que se capta por los ojos como de algo más intangible y a la vez poderoso: al igual que la música, esta imagen es capaz de reflejar con extraordinaria fuerza un estado del alma.

Hay cuadros que me gustan ya desde el mismo título. No tengo certeza total de ello, pero creo que esta imagen de una joven que interrumpe su lectura con gesto soñador responde al poético nombre de La historia traída por el viento. Mi inseguridad al respecto se debe a que la obra en cuestión aparece normalmente rotulada en la red con caracteres para mí indescifrables; sólo una página en inglés me ha informado de este título, que quiero creer fiel al original. La historia traída por el viento se debe a los pinceles del pintor chino Liu Kongxi. Nacido en 1952 e iniciado muy joven en el arte, en plena Revolución Cultural, Kongxi es autor de retratos que oscilan entre el realismo y el tono lírico, en los que personajes sencillos, con frecuencia trabajadores, interrumpen sus tareas para observarnos desde el lienzo o para abstraerse en sus pensamientos. La imagen de esta muchacha que se deja llevar por las resonancias que despierta en ella la lectura de una carta posee un encanto especial. Partiendo de elementos que nos remiten a un ámbito cotidiano muy concreto (el abrigo, la gorra y la lámpara colgados de la pared; la mesa y los objetos de cerámica en ella dispuestos), el pintor parece elevarse con la mirada de la modelo y huir por la ventana, hacia ese mundo exterior en el que un viento de libertad agita la ropa tendida. No es casual el contraste entre el estrecho espacio interior y la sugerencia de una realidad abierta más allá de los muros. Kongxi explora con enorme sutileza los matices del blanco en los elementos que marcan el vínculo entre el mundo de fuera y el de dentro: la ropa tendida en la cuerda, la cortina que se agita, los pliegues de la camisa y la hoja de papel marcan la trayectoria de la ráfaga que irrumpe en la habitación. Se diría que es blanco el camino que recorre esa historia que viene de lejos, atravesando los campos, hasta caer sobre las rodillas de la joven protagonista.

Ayer tuve que deshacerme de un par de botas viejas y me acordé de este cuadro de Van Gogh. Porque unas botas pueden llegar a convertirse en mucho más que un calzado: son compañeras de paseos, unas amigas que abrigan cuando el frío arrecia o el punto en el que se clava la vista en momentos de cansancio o desaliento. No sé si el principiante autor de Un par de botas pensó en todo ello al realizar este cuadro o si simplemente echó mano de algo que le resultaba mucho más barato y accesible que un modelo de carne y hueso. El caso es que un Van Gogh recién llegado a París y muy alejado todavía del alucinado mundo de color que lo conduciría a la fama póstuma, realizó en 1886 esta obra sencilla, de enorme austeridad cromática, pero que posee una indudable capacidad para conmover. En estas botas deformadas por el uso se pueden leer las huellas del tiempo, el trabajo y las dificultades, igual que en las arrugas del rostro de un anciano. Hay algo curiosamente vivo y enternecedor en ellas. Una se mantiene erguida con esfuerzo; la otra se deja caer, en un gesto de derrota. Los colores sombríos y terrosos se adueñan de la pareja y de su entorno. Lo que tal vez nació como un simple estudio de la realidad por parte de un pintor todavía empeñado en reflejar su entorno de forma fidedigna, alcanza una trascendencia mucho mayor. Podemos imaginar las dificultades de una existencia humana contenidas en cada pliegue y cada mancha de estos objetos en absoluto inanimados.

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